Pedrito y Juanito eran inseparables, hermanos gemelos con un lazo especial y estaban entre los pocos niños de su edad que quedaban en el pueblo. Eran conocidos por sus travesuras, y muchos ancianos ya estaban hartos de ellos.
Como
en todos los pueblos, en el que residían los niños había un viejo
huraño, uno de esos abuelos cascarrabias y con mal carácter al que pocos
echan de menos cuando muere. Ese era el caso de don Vicente, que cuando
falleció a los 75 años de edad no dejó más que una sensación de alivio
entre sus vecinos.
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