Una de las historias populares más macabras entre las creadas en el
siglo XX es la que hace referencia a un conductor que en el último
momento decide no recoger a un viajante.
Generalmente el rlato
comienza con: "Esto le ocurrió a un amigo o más bien, le paso al amigo de un amigo”.
Y continúa así:
Un automovilista va conduciendo
por una carretera, cuando ve a un hombre joven con el pulgar levantado.
Al disminuir la velocidad para recogerlo queda consternado al ver que
detrás de los arbustos o árboles de la carretera se asoman dos o tres
compañeros suyos.
Considerando quizá que están abusando de su generosidad, o tal vez
alarmado ante la posibilidad de que se trate de una banda de ladrones,
el conductor decide en el último momento no recogerlos.
Los viajantes se encuentran ya bastante cerca del coche, pero el conductor pisa el acelerador a fondo y se aleja tan rápido como puede.
Los viajantes parecen enojados: gritan y chillan mientras el automovilista se aleja.
Los viajantes se encuentran ya bastante cerca del coche, pero el conductor pisa el acelerador a fondo y se aleja tan rápido como puede.
Los viajantes parecen enojados: gritan y chillan mientras el automovilista se aleja.
Feliz de haber logrado escapar a tiempo, el conductor sigue su camino
unos kilómetros sin detenerse. Después, al comprobar que el indicador de
la gasolina se acerca al cero, se para en una estación de servicio.
Acto seguido observa que el operario de la estación de servicio, lívido como la cera, se aparta horrorizado del coche.
El conductor baja para
ver qué es lo que pasa, y queda paralizado de horror ante lo que ven sus
ojos.
Atrapados en una de las manijas de la puerta hay cuatro dedos humanos...
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